sábado, 7 de febrero de 2015

VISTA CANSADA

Sentada en la consulta, con una máquina enfrente y un letrero luminoso en el extremo de la habitación, de esos que a distancia muestran sus letras de mayor tamaño a menor, el médico, dictaminó: vista cansada. Y alargó las vocales en el aire, con regodeo, con el acento puesto en ese punto que recalca, por si no me hubiera dado cuenta, que ya he llegado a los cuarenta.
Y me recomendó unas gafas de visión progresiva, por la comodidad de ver de lejos y de cerca con un mismo cristal. Me habló del nervio óptico, de la importancia de empezar con este tipo de gafas cuanto antes mejor, que luego es más difícil acostumbrarse a ellas entrados en más edad.
Yo ya las compré. Y a veces me las pongo, otras me las quito, que esto no sé si ha de ser cuestión del nervio óptico, de las gafas o forma parte de otro tipo de nervio, que de esto no entiendo: entre lo que me gustaría ver y no puedo y lo que he visto y jamás hubiera querido ver, no ya los ojos, el alma sangra.




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