El tiempo se detiene cuando nos encontramos con los amigos con los
que estudiamos en la infancia.
La imagen que guardamos en la memoria de ellos, a los que desde
entonces no hemos vuelto a ver, es una fotografía para la que no pasa el
tiempo. Y unida a esa imagen está la palabra AMIGO, escrita con mayúsculas.
Hace pocos días he tenido la enorme suerte de reunirme con las
personas con las que compartí mi niñez. Todos hemos corrido al encuentro.
Somos lo que somos, en parte, por las huellas que en nosotros
dejaron otros. Y también somos y formamos parte de las personas a las que
queremos. Es tal vez, por ello, por lo que sentíamos que no había pasado el
tiempo. Nunca hemos dejado de estar: el corazón no olvida.
Después de más de
treinta años estábamos felices de volvernos a ver, y solo hemos necesitado
echar la vista atrás y recuperar, junto con el niño que fuimos, una palabra,
grande, plena, y con un significado que nunca, por más que pasen los años,
deberíamos olvidar: AMISTAD.
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