Cuando yo lo vi, no era más que una chiquilla que casi no podía
apreciar la grandeza de lo que tenía delante de mí. Esa construcción, de la que
tanto quedaba por hacer, de la que tanto se había hecho ya, la estaba
levantando una sola persona: una catedral dedicada a la Virgen del Pilar, eso
me dijeron que era. En mi cabeza de niña aquello era inimaginable, algo que
desencadenó en mí la misma expresión de admiración que si estuviera delante del
mayor truco de magia. Y es hoy, en la edad adulta, que me resulta igualmente
inconcebible, si bien ahora sé que nada es imposible si se hace con el corazón.
Y recuerdo a un señor con un mono de trabajo azul, delgado, de tez
morena, de trato afable y no muy limpio, cuyas manos, ropas y pelo estaban
cubiertos por el polvo del trabajo, que siempre engrandece a la persona. Y ya
por aquel entonces, ese señor me pareció muy mayor.
Hace unos días llegó a mis manos un periódico en el que leí un
artículo sobre Justo Gallego —así se llama el hombre— y la catedral a cuya
construcción ha dedicado toda su vida en Mejorada del Campo, un pueblo que no
está lejos de Madrid. Y leerlo me emocionó: Justo, a sus noventa años, sigue
construyendo su catedral y teme que a su muerte sea derruida. No lo oculto, se
me saltaron las lágrimas.
Esa obra es digna de admiración, todos deberíamos verla antes de
decir que algo es imposible. Y no diré ya que es una catedral dedicada a la
Virgen del Pilar, que lo es, sino un monumento a la persecución de un sueño, a
lo que el ser humano puede hacer con la fuerza del corazón, pues solo así soy
capaz de entender que una sola persona haya conseguido hacer esto. Y ello
debería ser reconocido, ensalzado y protegido.
Por cierto, que los materiales con los que está construida son
reciclados, utiliza los que él encuentra y los que le da la gente. Tampoco
tiene estudios de arquitectura.
Sí, me da pena que un día pueda ser destruida, pues entre los
ladrillos de esa catedral siento que hay un trocito de todas aquellas personas
que alguna vez hemos tenido la ilusión de cumplir un sueño, se haya realizado
este o no.
Es necesario que quede el ejemplo, que alguien diga que sí es
posible, que al levantar los ojos podamos constatar lo que en esencia es el ser
humano.
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